La mujer de las nueve lunas
Plaza&Janés ha publicat La mujer de las nueve lunas, una novel·la de Carmen Torres Ripa on l'autora deixa volar la fascinació que va exercir Hildegard de Bingen, una abadessa alemanya del segle XII
Plaza&Janés ha publicat La mujer de las nueve lunas, una novel·la de Carmen Torres Ripa on l'autora deixa volar la fascinació que va exercir Hildegard de Bingen, una abadessa alemanya del segle XII. La Carmen va encetar una llarga i intensa ruta d'investigació al voltant d'aquest personatge que ha donat com a fruit una novel·la de base històrica amb grans atractius. Una història que ens presenta una dona moderna, plena de curiositat i de fortalesa, una mena de pionera en molts camps. I de fons una trama intensa i carregada d'emocions.
Aquestes són les impressions de l'autora sobre la seva creació.

Conocí su nombre en primavera. Dentro de un conjunto de casitas en torno a un campo de lirios amarillos coronado por una iglesia. Parecía un pueblo dentro de Gante con sus calles cuidadas y jardines en cada vivienda. "Es un beguinato", dijeron. Y me hablaron de una especie de monasterio de mujeres libres. Vivían en casas particulares, se dedicaban a pintar, escribir, componer música, bordar y cuidar a enfermos en su propio hospital. Cuando surgieron en el siglo XII estas comunidades femeninas se extendieron muy rápido por Europa y la Iglesia tuvo miedo. Aquellas mujeres no estaban bajo su autoridad y cada vez adquirían más poder. Temerosa, la jerarquía católica les impuso la obligación de votos -siempre temporales, porque podían casarse y nunca aceptaron el voto de pobreza- y tener un templo para rezar. En la Inquisición muchas beguinas fueron quemadas por considerarlas herejes y brujas. Me fascinó la historia. "¿Quién inspiró este movimiento?", pregunté. La respuesta: Hildegard de Bingen, una abadesa alemana.
Y desde ese día busqué a Hildegard y me obsesioné con Hildegard.
Envuelta en su presencia viajé a Bingen -a 70 Km. de Frankfurt-, la tierra de Hildegard. Allí la vi de niña, de adolescente, montando a caballo entre los bosques. Y empecé a caminar a su paso, a hablar con ella, a sentir el aire que respiró y a ver los lugares donde la vida fue más bonita gracias a su belleza y a la sabiduría de su palabra.
Hildegard me cambió. Me hice más receptiva al mundo espiritual, más valiente y quizás más exigente hacia la caduca Iglesia que nunca canonizó a esta mujer con los oropeles vaticanos.
Investigue el entramado de la Iglesia y la mujer de las nueve lunas empezó a brillar hecha palabras. Cada luna me fue descubriendo una faceta de Hildegard: el amor, el sexo, la codicia, la envidia, la santidad. Con Hildegard a mi lado recreé el mundo medieval atándolo con lazos que iban tejiendo a través de los siglos el ansia de poder descontrolado de la Iglesia. Eran lazos -no hilos endebles- que encadenaban con precisión la libertad de la mujer. En la niebla medieval encontré monjes asesinos, novicias enamoradas y códices encriptados. Y, en la Europa actual, eclesiásticos ambiciosos, monasterios escondidos y una historia de amor ilícito que unen el siglo XII y el siglo XXI. Nueve lunas de espera para llegar a un sueño profético de Hildegard de Bingen, la mujer de las nueve lunas.

Cuando el protagonista de la novela, Samuel Beyhe, llega a Bingen en busca de Hildegard se apasiona y escribe un e-mail a Moira -guía del museo de los Uficci- para contarle quién es la mujer misteriosa que esta conociendo. Y se lo explica así:
"Hildegard era una monja alemana del siglo XII, guapa, con un pelo rojizo largo. En algunas fechas litúrgicas se vestía con hermosas túnicas blancas, se enjoyaba con anillos y coronas, se soltaba el pelo y se ponía flores. El resto de novicias le imitaba. Pienso que la escena debía de parecer un cuadro de tu admirado Botticelli. Esta actitud, cuando fue abadesa, se cuestionó mucho, pero las críticas le daban igual. Ella consideraba apropiado que las vírgenes usaran vestidos blancos resplandecientes cuando iban a estar con su esposo Cristo.
Los desacuerdos continuos con la comunidad masculina le hicieron desear estar sólo con mujeres. Quería un monasterio exclusivamente femenino y luchó para conseguirlo. Fue ella quien fundó el primer monasterio femenino de la historia. Cuando obtuvo su propia independencia cambió todas las normas establecidas y dijo: No más celdas de piedra, a partir de ahora las benedictinas dormiremos y cantaremos en espacios abiertos. Y sus monjas hacían ejercicio físico, les hacía cuidarse la boca con aloe y bebían cerveza.
Utilizaba las piedras preciosas como primordiales amuletos a la hora de sus sanaciones. Cada piedra tenía un valor en medicina, en belleza y en astrología. Para Hildegard era importante el día de nacimiento y el mes del zodiaco. Pensaba que Dios marcaba al recién nacido con unas cualidades determinadas dependiendo de su hora de llegada al mundo y las vibraciones de cada piedra afectaban al organismo positiva o negativamente.
También dicen que fue la primera feminista y la primera homeópata de la historia. Se servía del poder de las flores para curar estados de ánimo y calmar enfermedades. Yo creo que hasta se colocaba con el cannabis. Parece que fue la precursora de las flores de Bach.
Tenía fama de hacer milagros y tanta era la fe de los que acudían a ella que, si no podía salir del monasterio, pedían un trozo de su hábito para sanar. Hildegard, además, tenía un don para la música. Fue una de las primeras mujeres músicas de la historia. Sus composiciones pueden alcanzar dos octavas. Su música es rompedora, también se la considera la precursora de New Age.
Inventó un lenguaje, lingua ignota, y los esperantistas y los lingüistas la tienen como patrona.
Escribió tanto que dicen que le sangraban las manos. Con la ayuda de San Bernardo consiguió que el Papa leyera sus escritos y se maravilló tanto que le llamó la Sibila del Rin. A ti que te gusta la historia, esta mujer vivió en tiempos de los Cruzados. Dicen que con San Bernardo de Claraval promovió la Segunda Cruzada. Leonor de Aquitania había oído hablar tanto de ella a San Bernardo (se comentaba, que Leonor estaba enamorada perdidamente de Bernardo) que fue a conocerla y después mantuvo correspondencia con la santa.
¿Sabes, Moira, que fue la primera mujer que predicó en una Iglesia? Bueno, la primera y la única, porque nunca se ha vuelto a repetir. Predica contra la corrupción del clero y contra los cátaros. Hacía exorcismos y decía que los demonios huían ante su presencia.
También viajaba mucho, en caballo y en barco. En algunos documentos se cuenta que estuvo en Paris. Llegó a ser recibida por Federico Barbarroja y, en vez de tener miedo ante su presencia fue al revés, le riñó como si fuera un niño pequeño porque había nombrado antipapas. Barbarroja se quedó fascinado -el emperador dijo que era una mujer bien plantada- durante todo su reinado la consideró su propia consejera y mantuvo con ella una fluida relación epistolar. También se escribió con papas, obispos y nobles de la época.
Hildegard se cuestionaba muchos textos de la Biblia y creía que el culpable del pecado en el paraíso no fue Eva sino Adán. Era vidente, Moira, y ve con siglos de adelanto lo que va a ocurrir. Predijo la decadencia del Papado y la laicización de Europa. Y se va cumpliendo y creo que hay más profecías que llegan hasta este siglo."

El misterio de la novela está encapsulado en esa profecía que la mujer de las nueve lunas escribió hace muchos siglos.
Gràcies Carmen
Aquestes són les impressions de l'autora sobre la seva creació.
Conocí su nombre en primavera. Dentro de un conjunto de casitas en torno a un campo de lirios amarillos coronado por una iglesia. Parecía un pueblo dentro de Gante con sus calles cuidadas y jardines en cada vivienda. "Es un beguinato", dijeron. Y me hablaron de una especie de monasterio de mujeres libres. Vivían en casas particulares, se dedicaban a pintar, escribir, componer música, bordar y cuidar a enfermos en su propio hospital. Cuando surgieron en el siglo XII estas comunidades femeninas se extendieron muy rápido por Europa y la Iglesia tuvo miedo. Aquellas mujeres no estaban bajo su autoridad y cada vez adquirían más poder. Temerosa, la jerarquía católica les impuso la obligación de votos -siempre temporales, porque podían casarse y nunca aceptaron el voto de pobreza- y tener un templo para rezar. En la Inquisición muchas beguinas fueron quemadas por considerarlas herejes y brujas. Me fascinó la historia. "¿Quién inspiró este movimiento?", pregunté. La respuesta: Hildegard de Bingen, una abadesa alemana.
Y desde ese día busqué a Hildegard y me obsesioné con Hildegard.
Envuelta en su presencia viajé a Bingen -a 70 Km. de Frankfurt-, la tierra de Hildegard. Allí la vi de niña, de adolescente, montando a caballo entre los bosques. Y empecé a caminar a su paso, a hablar con ella, a sentir el aire que respiró y a ver los lugares donde la vida fue más bonita gracias a su belleza y a la sabiduría de su palabra.
Hildegard me cambió. Me hice más receptiva al mundo espiritual, más valiente y quizás más exigente hacia la caduca Iglesia que nunca canonizó a esta mujer con los oropeles vaticanos.
Investigue el entramado de la Iglesia y la mujer de las nueve lunas empezó a brillar hecha palabras. Cada luna me fue descubriendo una faceta de Hildegard: el amor, el sexo, la codicia, la envidia, la santidad. Con Hildegard a mi lado recreé el mundo medieval atándolo con lazos que iban tejiendo a través de los siglos el ansia de poder descontrolado de la Iglesia. Eran lazos -no hilos endebles- que encadenaban con precisión la libertad de la mujer. En la niebla medieval encontré monjes asesinos, novicias enamoradas y códices encriptados. Y, en la Europa actual, eclesiásticos ambiciosos, monasterios escondidos y una historia de amor ilícito que unen el siglo XII y el siglo XXI. Nueve lunas de espera para llegar a un sueño profético de Hildegard de Bingen, la mujer de las nueve lunas.

Cuando el protagonista de la novela, Samuel Beyhe, llega a Bingen en busca de Hildegard se apasiona y escribe un e-mail a Moira -guía del museo de los Uficci- para contarle quién es la mujer misteriosa que esta conociendo. Y se lo explica así:
"Hildegard era una monja alemana del siglo XII, guapa, con un pelo rojizo largo. En algunas fechas litúrgicas se vestía con hermosas túnicas blancas, se enjoyaba con anillos y coronas, se soltaba el pelo y se ponía flores. El resto de novicias le imitaba. Pienso que la escena debía de parecer un cuadro de tu admirado Botticelli. Esta actitud, cuando fue abadesa, se cuestionó mucho, pero las críticas le daban igual. Ella consideraba apropiado que las vírgenes usaran vestidos blancos resplandecientes cuando iban a estar con su esposo Cristo.
Los desacuerdos continuos con la comunidad masculina le hicieron desear estar sólo con mujeres. Quería un monasterio exclusivamente femenino y luchó para conseguirlo. Fue ella quien fundó el primer monasterio femenino de la historia. Cuando obtuvo su propia independencia cambió todas las normas establecidas y dijo: No más celdas de piedra, a partir de ahora las benedictinas dormiremos y cantaremos en espacios abiertos. Y sus monjas hacían ejercicio físico, les hacía cuidarse la boca con aloe y bebían cerveza.
Utilizaba las piedras preciosas como primordiales amuletos a la hora de sus sanaciones. Cada piedra tenía un valor en medicina, en belleza y en astrología. Para Hildegard era importante el día de nacimiento y el mes del zodiaco. Pensaba que Dios marcaba al recién nacido con unas cualidades determinadas dependiendo de su hora de llegada al mundo y las vibraciones de cada piedra afectaban al organismo positiva o negativamente.
También dicen que fue la primera feminista y la primera homeópata de la historia. Se servía del poder de las flores para curar estados de ánimo y calmar enfermedades. Yo creo que hasta se colocaba con el cannabis. Parece que fue la precursora de las flores de Bach.
Tenía fama de hacer milagros y tanta era la fe de los que acudían a ella que, si no podía salir del monasterio, pedían un trozo de su hábito para sanar. Hildegard, además, tenía un don para la música. Fue una de las primeras mujeres músicas de la historia. Sus composiciones pueden alcanzar dos octavas. Su música es rompedora, también se la considera la precursora de New Age.
Inventó un lenguaje, lingua ignota, y los esperantistas y los lingüistas la tienen como patrona.
Escribió tanto que dicen que le sangraban las manos. Con la ayuda de San Bernardo consiguió que el Papa leyera sus escritos y se maravilló tanto que le llamó la Sibila del Rin. A ti que te gusta la historia, esta mujer vivió en tiempos de los Cruzados. Dicen que con San Bernardo de Claraval promovió la Segunda Cruzada. Leonor de Aquitania había oído hablar tanto de ella a San Bernardo (se comentaba, que Leonor estaba enamorada perdidamente de Bernardo) que fue a conocerla y después mantuvo correspondencia con la santa.
¿Sabes, Moira, que fue la primera mujer que predicó en una Iglesia? Bueno, la primera y la única, porque nunca se ha vuelto a repetir. Predica contra la corrupción del clero y contra los cátaros. Hacía exorcismos y decía que los demonios huían ante su presencia.
También viajaba mucho, en caballo y en barco. En algunos documentos se cuenta que estuvo en Paris. Llegó a ser recibida por Federico Barbarroja y, en vez de tener miedo ante su presencia fue al revés, le riñó como si fuera un niño pequeño porque había nombrado antipapas. Barbarroja se quedó fascinado -el emperador dijo que era una mujer bien plantada- durante todo su reinado la consideró su propia consejera y mantuvo con ella una fluida relación epistolar. También se escribió con papas, obispos y nobles de la época.
Hildegard se cuestionaba muchos textos de la Biblia y creía que el culpable del pecado en el paraíso no fue Eva sino Adán. Era vidente, Moira, y ve con siglos de adelanto lo que va a ocurrir. Predijo la decadencia del Papado y la laicización de Europa. Y se va cumpliendo y creo que hay más profecías que llegan hasta este siglo."

El misterio de la novela está encapsulado en esa profecía que la mujer de las nueve lunas escribió hace muchos siglos.
Gràcies Carmen














